El 5 de mayo de 1980 el SAS ocupó las primeras planas de varios periódicos del mundo cuando fueron llamados para acabar con el secuestro de la Embajada Iraní en Knightsbridge, Londres. Aunque para el SAS el asedio sólo fue una misión más, para los millones de televidentes significó el comienzo de una leyenda.
La Embajada fue sitiada a finales de abril por un grupo de separatistas iraníes, que protestaban contra el Régimen tiránico del Ayatollah Khomeini. Demandaban la liberación y amnistía de 91 colegas presos que habían sido encarcelados por el dictador. Cuando parecía que las negociaciones entre la policía británica y los terroristas iban de maravilla, el 5 de mayo amenazaron con matar a todos los presos, uno por uno, y empezaron haciéndolo con un periodista, que además fue lanzado hacia el exterior del edificio, tras haber sido ejecutado. En ese mismo instante, se ordenó al SAS que tomara el control de la situación.
Se trataba de 6 terroristas bien armados, que habían capturado como rehenes a 26 personas: 19 iraníes y 7 no iraníes. Las negociaciones seguían fatal, más que nada por la tensión, y porque al parecer el Gobierno iraní ya había matado a todos los presos que habían de ser liberados para solucionar el conflicto. Era el momento de actuar, antes de que matasen a otro rehén. Un aparca-coches, que conocía la Embajada a la perfección, facilitó al SAS una clara definición de la estructura de la Embajada, advirtiendo de que las ventanas estaban blindadas, y de que había 50 habitaciones. Antes de hacer nada, el SAS se encargó de colocar micrófonos y cámaras de televisión por todo el recinto. Y desde el edificio contiguo fueron haciendo un agujero en la pared para poder entrar cuando fuera preciso. Para camuflar el ruido que estaban haciendo para destruir la pared de entrada, se ordenó a todos los aviones que se dirigían al aeropuerto de Heathrow que volaran más bajo de lo normal, y además se instaló un reparador de gas en la entrada para ensordecer a los terroristas. Esto les puso nerviosos.
Al mismo tiempo en que los terroristas liberaban a dos rehenes más, el SAS descubrió un pasadizo en el techo del edificio, que conducía a uno de los baños de la embajada. Todo esto está grabado en televisión, porque en ese momento ya estaban todos los medios de comunicación de Londres en las afueras del edificio. De ahí que se dieran a conocer.
El plan ya estaba claro. Solo ocho hombres del SAS se aventurarían a entrar desde arriba, y utilizando cuerdas desde el tejado lograrían bajar hasta el baño. Por otro lado, otros cuatro entrarían por la fachada principal, reventando las ventanas, mientras otro grupo de cuatro entraría por el agujero del edificio contiguo. Para entrar, lanzaron hacia dentro dos tipos de bombas: flashbangs y gases lacrimógenos, y se colocaron snipers en los tejados de alrededor.
Desde el momento en que entraron al edificio, la operación duró 17 minutos. El resultado fue de 5 de los 6 terroristas muertos, y uno capturado y llevado a prisión de por vida. Ningún miembro del SAS murió, pero sí quedaron heridos tres: uno con una leve quemadura en un brazo, otro con un dedo roto y el último con una pierna fracturada. Al parecer, el último de los terroristas fue encontrado en una habitación arropado por los rehenes, que ya no sabían ni qué estaba pasando.