Habiendo leído el artículo de este blog sobre el independentismo canario, me pareció correcto aportar un punto de vista menos imparcial sobre dicho asunto bastante endémico en España.
En primer lugar, me parece correcto clarificar una diferencia entre nacionalismo e independentismo. El nacionalismo, como principio (hoy algo difuso), da a conocer y defiende los problemas e intereses regionales, respectivamente, de índole cultural, social y económico en el marco del Estado. El independentismo, por su lado, además pretende conseguir la separación de dicha región del Estado.
En un entorno democrático, cualquier ideología ha de ser respetada. El problema con el independentismo que existe en España es que utiliza argumentos falaces, como la reinterpretación de la historia a su favor y defensa de lenguajes y culturas regionales que se ven “amenazados”. Esto merece un breve comentario: sin entrar en que muchos de los argumentos que se oyen recuerdan a la retórica nacionalsocialista de la Alemania de los años 30 y 40 (y esto es fácilmente comprobable); el problema es que es precisamente en España donde se ha demostrado que las distintas identidades culturales que existen están muy bien establecidas y enraizadas en la sociedad. Como ejemplo baste decir que estas identidades lograron sobrevivir sin mayor problema a 40 años de régimen fascista, que sí dedicó verdaderos recursos a eliminar las identidades catalanas y vascas, por ejemplo.
Volviendo al asunto que nos ocupa, la primera diferencia notable del independentismo canario respecto a otros es la falta de una ideología clara y estructurada sobre los fines y objetivos últimos que parecen defender. La identidad cultural canaria existe y es bien comprendida por sus ciudadanos (que no por sus políticos). A grandes rasgos, es una amalgama de identidades con esencias latinoamericanas (Venezuela y Cuba esencialmente) y (muchas) peninsulares; cuya mezcla ha creado una identidad social muy particular dentro de España. Es más, se puede afirmar que dicha identidad tiene una imagen MUY positiva en el resto de España y que es admirada por su cierto toque nihilista y sus atisbos dionisiacos.
Desde el punto de vista puramente histórico sí hay una reivindicación clara y triste: la colonización española de las islas motivó la eliminación completa, una auténtica limpieza étnica, de la cultura guanche. Pero por ello, cualquier reivindicación sobre la identidad cultural canaria en relación con nuestros “antepasados aborígenes” es falaz.
En términos geográficos, el “ultra-periferismo” de las Canarias, si bien es perfectamente visible, ya está reconocido. Canarias es beneficiaria, al igual que los territorios ultra periféricos de Portugal y Francia, de un régimen de ayuda y sostenimiento por parte de la Unión Europea.
Por otro lado, el Estado también reconoce el estatus particular canario, con un régimen fiscal más laxo que el peninsular y una dotación de fondos de carácter particular por insularidad (del que también es beneficiaria Baleares). Este hecho hace que las reivindicaciones sobre que el Estado nos margina se demuestre mentira. Estamos reconocidos en España y en Europa, tanto a nivel político como económico.
Seguimos con otras valoraciones, algo menos complejas. Canarias es una de las regiones europeas con mayor superficie de metros cuadrados protegidos de Europa (nuestros parque NACIONALES, que no regionales), hecho sólo sostenible con la aportación del Estado y de la Unión Europea. La increíblemente bien conservada ciudad de La Laguna es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, y es la UNESCO quien habilita su sostenimiento, no la política de Canarias. Además, resulta que la arquitectura de la ciudad es típicamente colonial ESPAÑOLA, si bien con aportaciones típicamente canarias, como los renombrados balcones, y los no menos impactantes zaguanes y patios canarios.
Desde el punto de vista puramente político, el estado de las autonomías español es el más descentralizado de Europa, muchísimo más que los cantones alemanes, por ejemplo (que tantas veces se ponen de ejemplo). Además, la transferencia de competencias (con ciertos límites) está amparada por la Constitución Española, no hay más que pedirlas para que sean negociadas y, en último término, concedidas (siempre dentro dichos límites).
Como curiosidad, resulta que Canarias es la región española cuyas fronteras son las más antiguas de España; es decir, por razones obvias, resulta que somos la única región española cuyas fronteras han permanecido invariables durante cinco siglos.
Respecto a las celebridades canarias, España siempre ha sentido orgullo sobre ellos. Baste darse un paseo por el Barrio de Huertas en Madrid (muy recomendable) para que a uno se le hinche el pecho descubriendo los rincones dedicados a Benito Pérez Galdós. También cabe apreciar el capítulo dedicado en la historia arquitectónica española al grandísimo arquitecto (o ingeniero, aquí puede haber polémica) Agustín de Betancourt.
Ahora, entramos en las cuestiones que más discusión pueden generar. Existe un “run run” en Canarias respecto al déficit empresarial e industrial de las Canarias respecto al resto de la península. El problema que no logro entender es qué tiene que ver el Estado con esto. La burocracia política que facilita (o dificulta en nuestro caso) la iniciativa empresarial es una competencia transferida, es decir, depende del estado autonómico.
De cualquier forma, que exista un tejido empresarial e industrial propio y con capacidad de funcionamiento exclusivamente regional es un anacronismo económico. Ya desde Adam Smith y David Ricardo sabemos que la especialización es un imperativo económico. El aislacionismo económico no genera más que ineficiencias, falta de recursos, y, lo peor, pobreza. Cualquier comentario en defensa de un estatus de autosuficiencia en Canarias no sólo es insostenible sino que puede demostrarse erróneo con facilidad. Dios quiera que los políticos canarios sepan por lo menos quiénes son estos dos individuos mencionados antes; ya sería mucho pedir que supieran quiénes son Krugman o la Escuela de Chicago, por citar dos ejemplos de teorías económicas más recientes.
Canarias tiene dos posibilidades muy mal explotadas, el clima y su régimen fiscal. Respecto al clima, esto genera dos industrias que explotamos de forma deficiente: el turismo y las ciencias climatológicas y astrofísicas. Respecto a la astrofísica se están haciendo avances, podría decirse que por este camino podríamos equipararnos a Hawai (sirva el GRANTECAN como ejemplo), pero en climatología andamos algo más desencaminados.
Respecto al turismo, el problema que tenemos no son las visitas que recibimos (los turistas se cuentan por millones anuales) sino el tipo de turismo que recibimos, con poca capacidad de gasto; lo que repercute en perjudicar a las industrias paralelas como la restauración o la venta al detalle.
Pero el problema económico más grave de Canarias es, irónicamente, cultural. La sociedad canaria es típicamente acomodaticia y reticente al cambio (somos “suaves” usando terminología interna, y “aplatanados” usando terminología externa). Se pueden poner tantos ejemplos de esto que a uno se le podrían subir los colores a la cara. Para no generar polémica me centraré en los que ocurren en la provincia más reticente de ambas, Santa Cruz de Tenerife: el soterramiento de los cables eléctricos en los montes de Anaga, la pérdida vergonzosa de los fondos para la segunda pista en el Aeropuerto de los Rodeos; y la más grave de todas, la paralización del “SuperPuerto” de Granadilla; que habilitaría un cluster industrial en Canarias a escala mundial, sin hablar del empleo que generaría. Como opinión personal, creo firmemente que las movilizaciones en contra de todos estos proyectos económicos vienen amparadas por el NO entendimiento del concepto de desarrollo sostenible. Creo que la sociedad canaria entiende (de forma errónea) que para proteger nuestra tierra hay que dejar de avanzar, de forma tajante, en vez de buscar la forma lógica de crecer con el menor impacto posible al entorno.
Me gustaría ahondar más en los aspectos económicos que hacen del independentismo canario una retórica vacía y anacrónica, pero hay límites de espacio. De cualquier forma, todos entienden que en un mundo globalizado (todos conocen el concepto, pocos entienden su dimensión verdadera) el aislacionismo no tiene cabida, y menos sin argumentos sólidos que lo sostengan. Con esto quiero decir que uno de los grandes fallos del nacionalismo por un lado, y del independentismo por otro, es que argumentan razones fundamentalmente ancladas en el pasado (razones históricas, sociales o culturales) pero no ofrecen soluciones a cómo lograríamos vivir, o ya siquiera sobrevivir, en el futuro ( a mí que me lo expliquen, si pueden) sin estar integrados en una estructura tan potente y compleja como el Estado de las Autonomías Español y sin el poder de negociación que éste tiene, ya como Estado, en la Unión Europea.
Como parte última, Canarias ha sido siempre una amalgama amplia de nacionalidades. Como ejemplo, decir que yo, de padre inglés, estudié primaria con amigos de padres, o madres, alemanes, belgas, griegos, franceses, marroquíes, hindúes, e incluso indonesios. Y todos, todos, sentían el mismo orgullo de hablar con acento canario, de vivir en las Canarias, y de decirse canarios. Ésta debería ser la gran aportación canaria al mundo globalizado, la diversidad, no el aislacionismo.
H.C Taylor es Licenciado en Economía por la UEM y Máster en Comercio y Relaciones Económicas Internacionales por IEDE. Experiencia en capacitación estratégica a nivel internacional.