Historia de las chaquetillas en las carreras de caballos

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Historia de las chaquetillas en las carreras de caballos

 

Chaquetilla-de-SM-Reina-Isabel-I-de-InglaterraEs innegable que la chaquetilla (especie de chaqueta o casaca que llevan los jockeys para montar en carrera) va inseparablemente unida al mundo de las carreras de caballos, imprimiéndole un carácter de especial pintoresquismo. Ha sido la experiencia la que, a través de una lenta evolución, nos ha legado esta bella tradición en cuanto a las hechuras y materiales que la dan forma y a los colores y sus caprichosas disposiciones que la adornan.

En las primitivas carreras, los propietarios hacían correr los caballos sin dotar a sus jockeys de vestimenta especial alguna. Más tarde fue adoptada la clásica casaca, roja o azul según el caso, con “casquette” o gorra negra. Por fin, con la aparición de las primeras regulaciones sobre los pesos a portar por los caballos en carrera y el aumento del número medio de participantes, se hizo imprescindible adoptar un determinado equipamiento para participar en carreras públicas :

-Por una parte debía de ser un material ligero, de extrema comodidad, que permitiese al jockey libertad absoluta de movimientos, poder montar al menor peso posible y con facilidad para empujar, fustigar o, simplemente, colocarse adecuadamente a caballo. Por ello los materiales empleados en la actualidad son la seda, para propietarios económicamente pudientes, que presta un toque de distinción tanto a los colores como al jockey que los viste ; el nylon, por económico el más utilizado y, la lana fina, generalmente empleada para carreras de obstáculos donde la menor importancia del peso (debido a la escala más alta) y las bajas temperaturas que acontecen cuando se disputan en Inglaterra o Francia, aconsejan su uso.

-Por otra parte, la necesidad de distinguir un caballo del resto, tanto durante el recorrido para el propietario, jueces y público en general, como en la meta para el juez de llegada, hizo que los propietarios comenzasen a correr siempre sus caballos dotando a sus jockeys con chaquetillas de determinados colores.

Así, a mediados del siglo XVIII se comenzaron a utilizar los colores (término empleado al hacer referencia a un propietario, que incluye chaquetilla y gorra) sin que su uso y registro fuesen aún obligatorios. No fue hasta 1.762 cuando, por la segunda orden dictada por el Jockey Club inglés, desde su reciente fundación, se establecieron sobre una base más organizada. La mencionada orden, traducida literalmente, decía lo siguiente :

“Para la mayor conveniencia de distinguir los caballos durante la carrera, y también para la prevención de disputas que puedan surgir por el desconocimiento de los colores que lleva cada jinete, los caballeros abajo mencionados han tomado la resolución y el acuerdo de tener unos colores unidos a los siguientes nombres y que serán llevados por sus respectivos jinetes, de la forma que sigue :

  • Duque de Cumberland : púrpura
  • Duque de Grafton : azul cielo
  • Duque de Devonshire : color paja
  • Duque de Kinston : carmesí
  • Duque de Ancaster : color ante
  • Duque de Bridgwater : azul de garter
  • Marqués de Rockingham : verde
  • Conde de Waldegrave : rojo oscuro
  • Conde de Orford : púrpura y blanco
  • Conde de March y Mr. Vernon : blanco
  • Conde de Northumberland : amarillo oscuro
  • Conde de Gower : azul con gorra azul
  • Vizconde Bolingbroke : negro
  • Sr. J. Moore : verde oscuro
  • Mr. Greville : marrón con adornos amarillos
  • Mr. Shafto : rosa
  • Lord Grosvenor : naranja

Esta regulación entrará en vigor en el segundo “meeting” de Octubre, a celebrarse próximamente. Los Comisarios, por lo tanto, confían en nombre del Jockey Club que los caballeros arriba mencionados se ocupen de que sus jinetes dispongan para esa fecha de las ropas adecuadas”.

El color de las gorras no se especificaba en la mayoría de los casos, aunque parece que generalmente era negra, residuo resultante del tradicional hasta entonces uniforme rojo, de acuerdo con los cuadros y grabados de la época.

La distinción entre las diversas chaquetillas se hizo difícil de mantener al ir apareciendo más propietarios y caballos, que colores con los que diferenciarlos. Para solucionar el problema fue necesario introducir en su diseño variadas disposiciones de los colores escasos y, como en función del desarrollo de las carreras la confusión era todavía temible a pesar de esta precaución, fue necesario someter este detalle de organización práctica a una reglamentación particular. Antiguamente, los pequeños detalles colocados en las chaquetillas, tales como el cuello y los puños, los botones, las costuras o vivos, eran meramente ornamentales y, si bien se registraban, no eran considerados como referencia suficiente para permitir al nuevo propietario registrar sus colores. En la actualidad, los elementos decorativos solo se permiten en aquellos casos especiales en los que la declaración se hubiese realizado con anterioridad a la fecha de publicación de la definitiva reglamentación.

De esta forma aparecieron por primera vez en Inglaterra los “Libros de Registro de Colores” allá por 1.780, aunque no fue hasta 1.870 cuando se hizo obligatorio registrar “los colores llevados por los jinetes”. Estos registros se continuaron haciendo en una serie de viejos libros encuadernados en piel, abriéndose el último en 1.931. Por fin, en 1.958 se trasladaron los registros de los libros a fichas clasificadas por colores y colocadas en cajones, desde el negro al amarillo, de acuerdo con el espectro solar.

Cuando un propietario ha elegido una chaquetilla de un color determinado y hace declaración de ello a la Sociedad de Carreras de su nación, se vuelve de su propiedad y nadie puede hacer correr bajo los mismos colores, ni él hacer correr sus caballos con colores distintos a los declarados. Sin embargo, si dejase pasar de dos a cinco años según las distintas reglamentaciones, caducaría su derecho sobre ellos y cualquier otra persona podría adoptarlos al realizar su propia declaración.

La Sociedad de Fomento y Cría Caballar de España (SFCCE) nació en 1.841. Sin embargo no fue hasta 1.916 cuando comenzó a organizarse de una manera definitiva. A partir de entonces empezó a publicar las “Guías de las Carreras de Caballos”, anuario hípico español donde se reflejaban todos y cada uno de los acontecimientos celebrados, así como los datos sobre estadísticas, socios, actuaciones de los caballos, etc. De ellas nos llegan las únicas referencias a las declaraciones de colores de los propietarios, ya que el Registro Oficial se ha ido actualizando anualmente. No queda constancia de los declarados con anterioridad más que en algunas revistas y programas de la época, pero se trata de datos parciales y sin contrastar.

Gracias a la neutralidad de España en la Primera Guerra y a la gran afición y apoyo hacia las carreras de caballos de S.M. El Rey D. Alfonso XIII, que hacía correr sus caballos bajo el título de Duque de Toledo, las declaraciones de colores fueron incrementándose en número rápidamente durante los primeros años. Entre ellas destacan tanto los nombres ilustres ligados a la nobleza o al Gobierno de la Nación, como los Regimientos del Ejército. De los primeros podríamos citar, entre otros muchos los colores del Duque de Alba, D. Antonio Maura, Duque de Alburquerque, Conde de la Cimera, Marqués de Valderas…; de los segundos hasta un total de veintiocho, se encontraban los de Cazadores, Dragones, Húsares, Lanceros, Artillería a Caballo, Depósitos y Yeguadas…

Con la marcha al destierro de D. Alfonso XIII y la llegada de la República las carreras inician un declive ostensible que va a obligar a la SFCCE, tras la guerra civil, a partir prácticamente de cero. Como es lógico el número de propietarios descendió de forma radical, desapareciendo así mismo la práctica totalidad de los Regimientos Militares, siendo muy pocos los que continuaron en 1.940. Tras la cesión de los terrenos de La Zarzuela a la SFCCE en época del General Franco, ésta reinicia su andadura con lentitud y un reducido número de caballos y, en consecuencia, de propietarios. A los colores tradicionales de Alburquerque, Covarrubias, Figueroa, Ruiz de Castilla, Valderas o Villamejor, se van a ir uniendo, poco a poco, los de Villapadierna, Beamonte, Satrústegui, Blasco, Fierro, Marqués de La Florida y otros. Ya en la década de los 70 aparecerán Mendoza, Asturias y otras cuadras que van tomando el relevo. El Registro llegó a su cota máxima en 1.984 gracias al desarrollo de la Quiniela Hípica.

Para aquellas personas interesadas en este tema es de lectura obligada el único libro editado en España titulado “El libro Bose de los Colores del Turf Español y su Historia” impreso en 1.985, cuyos autores son Andrés Ramos Covarrubias y Fernando Zuleta Murga y que puede adquirirse en www.lupaiberica.com

By | 2020-10-28T19:55:06+00:00 noviembre 15th, 2012|Historia General|0 Comments

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