Monthly Archives: marzo 2009

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Tercios de Flandes: El Milagro de Empel

Resulta que el 8 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla estaba completamente bloqueado por el Almirante Holak, entre los ríos Mosa y Waal, durante la Guerra de los Ochenta años.
Se agotaron las ropas y los víveres y el bloqueo se estrechaba cada día más. Los enemigos solicitaron a los tercios una derrota honrosa, pero la respuesta fue evidente:
«Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos».
 
Ante tal respuesta, Holak abrió los diques de los ríos para inundar el campamento español. Pronto no quedó nada más que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.
By | 2022-12-09T07:58:55+00:00 marzo 24th, 2009|Historia General|2 Comments

La Guerra de los 80 años

Si en España guardamos cierto rencor a Francia por intentar invadirnos y ocupar nuestro territorio durante seis años (lo que tardamos en echarles), es lógico entender cómo nos miran desde los Países Bajos, donde todavía hoy se le dice a los niños que «si no se portan bien vendrá el Duque de Alba», en vez del coco.

La Guerra de los Ochenta años, o Guerra de Flandes, enfrentó a las diecisiete provincias de los Países Bajos contra su soberano, el Rey de España. La rebelión comenzó en 1568 y acabó en 1648, cuando por fin se les reconoció como independientes.
El mantenimiento de La guerra de los Ochenta años, que duró tantos años como su nombre indica, acabó hundiendo a la economía española, provocando sucesivas bancarrotas y dinamitando la imagen de todos los españoles. (durante esta guerra nació la Leyenda Negra).
Pero hay otra forma de verlo. Una forma que tenga en cuenta la política de la época, la amenaza de guerra y la contextualización. ¿Alguien puede dudar de la importancia geoestratégica de Flandes para un imperio como el español, con la cantidad de enemigos que había creado? Significaba una amenaza constante para Inglaterra, otra para Francia;  colocaba a España a las puertas del Sacro Imperio Romano Germánico y era el pasillo también, para entrar en Alemania por el norte.
No obstante, allí nunca se quiso a España y debió haber rectificado antes de perder todos los hombres que perdió, sin ni siquiera mencionar el dinero. Pero parece que la culpa de todo la tenía la herencia de un gran rey, Carlos I, que heredó todos esos territorios por via paterna (Habsburgo), y que decidió cederlos a su hijo tras abdicar en él, dos años antes que la rebelión, en 1556. A Carlos I le respetaban, porque era un rey políglota y de gentes, pero no hicieron lo mismo con Felipe II, pues no hablaba su lengua y además se empeñó en convertirles al catolicismo, de manera intransigente, cuando estaba clarísimo que eran calvinistas, no querían a su soberano, no querían tener nada que ver con España y ni mucho menos con sus curas.
Pero de nuevo, si contextualizamos y nos ponemos en la piel de Felipe II, nos damos cuenta de que él y toda su gente, familia e incluso mascotas, estaban convencidos de que España debía ser el guardián del Catolicismo en Europa, por mucho que ahora esto nos parezca una necedad. Lo comprendamos o no esto era así.
Este periodo de tiempo aglutina más de 19 batallas, cada una de las cuales pudiendo ofrecer folios y folios de información, siendo de las más importantes el Asedio de Breda, la Batalla de Rocroi, Jemmingen, Haarlem, Ostende, Amberes y demás.
Sin duda especial mención merecen también personajes de la época como el tercer Duque de Alba, Alejandro Farnesio, Guillermo de Orange, Ambrosio Spínola, Isabel I de Inglaterra y un sinfín de otros nombres a los que tendría que dedicar alguna pequeña biografía, por la cantidad de cosas que tienen que contar.
Esto ha sido sólo una pequeña reflexión de lo que allí aconteció, que tiene como objetivo persuadir a los realmente interesados a que sigan investigando, porque es una guerra, lastimosamente, apasionante.
By | 2017-03-06T01:30:34+00:00 marzo 16th, 2009|Batallas, Historia General|6 Comments

Poderoso Caballero es Don Dinero

Madre,
yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.

Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,Y
es en Génova enterrado.

Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.

Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.

Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.

Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Don Francisco de Quevedo

By | 2009-03-11T13:52:00+00:00 marzo 11th, 2009|Historia General, Poesía|3 Comments
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