Cuenta la historia que en 1518 Hernán Cortés desobedeció los mandatos del Gobernador Diego de Velázquez en Cuba, y partió hacia México con 600 hombres para conquistarlo, en vez de acatar las órdenes de convertir a España en primer aliado comercial. El Gobernador envió a un regimiento al mando de Pánfilo de Narváez para capturarle, vivo o muerto.
Prácticamente desde que Cortés salió hacia el todavía más Nuevo Mundo, Pánfilo se encontraba detrás, persiguiéndole. Pero Pánfilo tenía todas las de perder, porque no sólo los soldados que acompañaban a Cortés le fueron letalmente fieles, sino los mismos de Pánfilo, que al intuir las innumerables riquezas que podrían sacar de Tenochtitlán, decidieron unirse a éste tras la escaramuza fallida… veamos:
Cortés se enteró de que le estaban persiguiendo y decidió adentrarse en el continente en busca de la capital azteca, así matando dos pájaros de un tiro: Por un lado se alejaba de sus perseguidores y por otro trataba de encontrar civilizaciones y riquezas.
Varias semanas después de que Cortés levantara un fuerte en Veracruz y capturara al mismísimo Moctezuma, llegaron noticias de que 18 navíos habían llegado al puerto. Eran Pánfilo y sus hombres, que además de venir a luchar contra Cortés, se encargaron de advertir a Moctezuma de que Cortés y sus hombres eran rebeldes de España.
Visto lo visto Cortés decidió dejar unos cien españoles para defender Tenochtitlán al mando de Pedro de Alvarado, e irse al frente de otros 300 a por Pánfilo. Cortés ganó la batalla, capturó a Pánfilo y todos sus hombres restantes se unieron a la causa de Cortés. Tan mal quedó Pánfilo de Narváez después de aquel suceso, que los conquistadores, cuando querían burlarse de alguien le llamaban pánfilo, y esta expresión ha llegado hasta nuestros días en España, donde a día de hoy se le sigue llamando Pánfilo a alguien torpe, tonto, etc.