¿Qué más regio que un palacio? Un palacio Real, y en Madrid hay uno, nadie vive en él (a pesar de sus más de 3000 habitaciones) así que podemos visitarlo cuando queramos. O casi, pues cumple vehementemente con las veces de centro de ceremonias. No debe sorprender que un lugar así sea sede de tanta solemnidad ya que es uno de los palacios reales más grandes del mundo.
Por fuera impresiona, por dentro seduce. Conocer un poco de su historia ayudará a comprender por qué es una pieza clave dentro del entramado cultural de la Villa.
El Palacio Real de Madrid, también conocido por “Palacio de Oriente” por estar en la Plaza de Oriente, pertenece al Madrid de los Borbones ya que Felipe V sucedió al último Austria, Carlos II el Hechizado, muerto joven y sin descendencia. Es un palacio de inspiración francesa, particularmente influido por el estilo versallesco. El Palacio de Versalles, residencia de Luis XIV, fue el más suntuoso de Europa cuando se construyó. No obstante, el Palacio Real es aproximadamente dos veces más grande que el anterior.
Arquitectónicamente es una de las máximas expresiones del barroco clásico y aúna la tradición barroca italiana y francesa, en lo que se ha considerado un brillante equilibrio entre ambos estilos.
En su diseño participaron, por diferentes circunstancias, varios arquitectos (Filippo Juvara y Juan Bautista Sachetti, principalmente, y Ventura Rodríguez y Francesco Sabattini), por lo que confluyeron diferentes estilos e interpretaciones artísticas. Filippo Juvara lo diseñó con un mayor tamaño y otra ubicación, inspirado en los bocetos del arquitecto barroco Bernini para el Louvre de París. Fue su sucesor quien lo adaptó a su lugar definitivo .
El Palacio Real aprovecha la planta del Real Alcázar de los Austrias, que se incendió en 1734, y del que se aprovecharon cimientos y algunas estructuras salvadas del fuego.
Su construcción parte de orden de Felipe V, y fue el primer Jefe de Estado que vivió en él, pero no sólo fue habitado por reyes, sino que Manuel Azaña también lo hizo durante la República (se le llamó Palacio Nacional, a la sazón).
Además de la arquitectura, su decoración conserva la dignidad esperable de tal edificio. Maderas nobles, pinturas, óleos de Velázquez, Caravaggio, tapices de Goya, o frescos de Tiéppolo (El Salón del Trono), e incontables obras de orfebrería, ebanistería, escultura y filigrana, relojería, platería… es imposible hacer una relación de la extraordinaria riqueza que alberga el palacio, y aun así, lo más famoso es su conjunto de Stradivarius.
Por si fuera poco, el Palacio Real cuenta con uno de los mejores museos de armas del mundo, la Real Armería, que contiene piezas desde el siglo XIII.
Esto es solamente una pincelada de sus infinitas curiosidades. Sin lugar a dudas es obligada su visita, aunque es cierto que informarse a fondo para extraer todo el jugo de la visita puede resultar abrumador. Merece la pena una visita al Palacio en la que nos expliquen paso a paso lo que tenemos delante. Afortunadamente hoy existen empresas en Madrid que nos pueden ofrecer visitas guiadas por la ciudad completamente personalizada para que ya solamente nos tengamos que preocupar de disfrutar del viaje.
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