En las memorias de Augusto, en la traducción de Allan Massie, éste les explicaba a sus hijos la importancia de financiar las campañas de guerra. En concreto, comentaba a sus herederos que su amigo y banquero Balbo, le había financiado durante las guerras civiles y posteriormente.
Según palabras del propio Augusto, Balbo comenzó prestando algo de capital. Tras algunas inversiones de éxito acumuló suficiente capital como para poder financiar el ejército privado de Augusto, y luego acumuló tanta fortuna que no podía ni gastar los intereses recogidos sobre beneficios anteriores, es decir, no pudo ni gastar los intereses de los intereses…
Esto da pie a una reflexión sobre el reparto de poder de la época. A grosso modo uno puede concluir que la flexibilidad y el acceso relativamente fácil al crédito permitía un desarrollo exponencial de la civilización, en este caso la romana. Pero también permitía financiar ejércitos con relativa facilidad. Esto permitía a los romanos mantener ejércitos regularmente en el tiempo, durante muchas campañas consecutivas.
La contraparte de esta afirmación es que, aquellas civilizaciones que tachaban el crédito como usura, y lo prohibían tachándolo de pecado, acabaron en su mayoría bajo el yugo de los romanos. No es una afirmación taxativa, pero se acerca a la realidad histórica con cierta precisión.
Para enfatizar la importancia del factor dinero en Roma, Tiberio gustaba decir que el cargo más importante para el funcionamiento del Ejército era el de Cuestor, cargo que ejerció él mismo en varias campañas, y del cual disfrutó mucho. El Cuestor era el máximo cargo logístico y contable de un ejército, cargo que no conllevaba gloria alguna, pero de cuyo empeño deficiente venían inevitablemente las derrotas o los motines. Un soldado con el estómago o el bolsillo vacío es un peligro con escudo y espada, y una formación excepcional de cómo usarlos.
Muchos siglos después, Maquiavelo afirmaba que el concepto de mayor importancia en el ejército no era el dinero, sino los buenos soldados. Una afirmación algo simplista, porque ¿cómo se consiguen buenos soldados? ¿Apelando al honor y a las palabras grandilocuentes?
Si alguien hoy en día duda de la actualidad de estas reflexiones, no tiene más que indagar someramente sobre las preguntas, las críticas y las declaraciones que los miembros del Congreso o del Senado estadounidense hacen sobre la guerra de Irak, tanto a la administración Bush como a la de Obama.
Y como curiosidad, encontramos en el siglo XX a muchos Balbos, supuestos financiadores de guerras, como los Rothschild, en las Grandes Guerras, aunque en este caso se les acusa de financiar a ambos bandos, no sólo a uno.
Todo esto ya lo había dicho Francisco de Quevedo, con su «Poderoso caballero es don dinero«.
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