Winston Spencer Churchill, el último aristócrata inglés con poderes casi dictatoriales en la Gran Bretaña de 1939 a 1945, orador brillante y escritor de libros monumentales como A History of the English-speaking peoples (que sin duda utilizó la lengua inglesa como arma letal contra Hitler y sus multitudinarios ejércitos), arribó al puerto tinerfeño a las ocho y pico de la mañana del sábado 21 de febrero de 1959. El ex primer ministro británico llegó a bordo del yate privado del multimillonario armador griego Aristóteles Onassis. Era el comienzo de una de las más celebres visitas a Tenerife de la historia.
Churchill (1874-1965) nació en Blenheim, cerca de Oxford, en el palacio regalado por la nación agradecido, al Duque de Marlborough después de sus victorias militares en Francia en el siglo dieciocho. Winston era soldado y corresponsal de guerra durante las guerras británicas contra los Boers, en Africa del Sur. Fue capturado, pero se escapó de sus captores. En el periodo entre las dos guerras cambió su partido político dos veces, pero nadie le llamó ‘tránsfuga’. Durante la Primera Guerra mundial ocupó el eminente puesto del Primer Lord del Almirantazgo, y después de la dimisión esforzada de Neville Chamberlain en 1939, fue votado como Premier de Grand Bretaña y el ‘Commonwealth’ durante toda la Segunda Guerra mundial, hasta 1945 (gran victoria para los aliados, y gran derrota para el Partido Conservador). Dormía en su oficina en un ‘bunker’, y llevaba un ‘tanksuit’ (mono de un trabajador) azul cada día. Durante los bombardeos de Londres (1940-1942) Churchill gustaba llevar un Colt 45 en una funda, bien cargada, ‘por si acaso veía a un paracaidista alemán en las calles de Londres’. Usaba la BBC cada mañana y noche para hablar directamente con su país y Europa, empleando su magnifica retórica para animar el pueblo. Ni él, ni el Rey ni la Reina salieron de Londres en ningún momento durante el bombardeo.
Anunciada la noticia en el periódico El Día, pululó un numeroso público en el muelle Sur del puerto santacrucero. Se dice que las autoridades habían hablado sólo de la llegada del famoso griego en su yate Cristina, pero la asistencia se incrementó, cuando se confirmó la presencia del ex premier inglés en el lujoso barco. Los dos viajeros se dejaron ver claramente en cubierta, Churchill con un enorme cigarro y panamá blanco puesto; Onassis elegante como siempre, con grandes gafas oscuras ocultando sus sagaces ojos.
El entusiasmo suscitado por la visita privada de tan distinguidos personajes fue tremendo, y la buena noticia se extendió como un fuego desde Santa Cruz a los confines de la isla y provincia. La prensa local se interesó por todos los detalles de la vida y la carrera del ilustre político Winston Churchill, que pertenecía a la familia de los Spencer-Churchill, duques de Marlborough. Se interesaron especialmente por los detalles de la vida cotidiana a bordo del yate; también por su hábito de fumar puros, que el político fumaba sin quitarles la anilla. Se dice que se los fabricaban especialmente para él, en la casa J. Cuesta de La Habana. Hay quien dice que también fumaba puros fabricados en La Palma. La verdad es que toda la muchedumbre estaba hablando y haciendo ademanes sin parar un momento. La excitación fue tremenda. Churchill estaba acompañado a bordo del Cristina, entre otras personas, por su mujer Lady Clementin, y su nieta Diana Sandys, además de una buena parte de la familia de Onassis.
A primeras horas de la tarde, los famosos viajaron al Puerto de la Cruz en el propio automóvil del armador griego, lo que suscitó gran interés por parte de los medios de la prensa local. Los redactores Luis Álvarez Cruz y Luis Ramos cubrieron el reportaje para el periódico El Día, decano de la prensa tinerfeña.
Los viajeros se detuvieron durante el recorrido, para admirar el paisaje y las maravillosas vistas, que se veían desde la carretera general. Llegados por fin al Puerto de la Cruz, visitaron la piscina de San Telmo ‘donde la aparición de Mr Churchill fue acogida con grandes aplausos de sus compatriotas’. Churchill y Onassis fueron acompañados en el Puerto de la Cruz por el alcalde portuense, Isidoro Luz Carpenter. ‘En el rostro del estadista,’ indicaban los reporteros de El Día, ‘se leía claramente la satisfacción que experimentaba, y esto lo pudimos confirmar después. La verdad era que Mr. Churchill estaba impresionado, muy particularmente, por los contrastes climáticos y paisajísticos que había tenido oportunidad de conocer.’
Onassis, hablando en correcto castellano, confirmó las impresiones del ex premier, al subrayar que ‘efectivamente la isla había causado en Mr. Churchill una impresión inolvidable’. El armador griego (que condujo su automóvil último modelo durante el trayecto de ida y vuelta al Puerto de la Cruz), manifestó a los periodistas que tenía la sensación de que estaba en el Paraíso. A la pregunta de si conocía los muchos paraísos geográficos que existían en el mundo, contestó que Tenerife era ‘uno de esos paraísos’.
En 1941, cuando la Alemania de los Nazis amenazó con la invasión de España, y especialmente las Islas Canarias, fue Churchill quien tenía preparado invadir las Islas por cuenta británica. La posición de las Islas, junto con Gibraltar, hizo que Inglaterra no pudiera tolerar una ocupación nazi de las Islas. Por suerte para alemanes e ingleses (dado el carácter de los isleños), Hitler decidió negativamente contra una posible invasión y ocupación.
Swift Iniesta