Cifras del Tribunal de los Tumultos: 12.000 casos juzgados, 1.700 condenados a muerte, 10.000 personas con bienes confiscados y 60.000 exiliados en unos pocos años. Estos datos se atribuyen al Duque de Alba.
Fue sin duda el mejor vasallo del Rey Carlos I y luego de su hijo Felipe II, en la guerra y en la paz, acatando órdenes sin pegas ni condiciones, sin duda un noble caballero de honor y principios, aunque quizás un poco anticuados para la época.
Don Fernando Álvarez de Toledo, Tercer Duque de Alba, es el icono más representativo de la leyenda negra antiespañola, al lado de la Inquisición y de la obra colonial en América. La imagen del duque como fiera traganiños, sedienta de sangre y destrucción, fue propagada por el gran publicista, Marnix-Van-Saint-Aldegonde, y el genio de Guillermo de Orange, que incluso escribió una Apología contra Felipe II en 1580.
Fernando puede ser sin duda el mejor general que haya tenido España en su historia. Era un personaje intransigente y quizás por eso haya sido tan bueno en batalla. Antes de ser enviado a los Países Bajos para sofocar la revuelta protestante, su currículum mostraba participaciones en batallas como la de el sitio de Fuenterrabía (1524), defensa de Cataluña contra los franceses, Túnez (Contra Barbarroja en 1535), Muhlberg (1547), defensa del Milanesado, Argel y demás.
Tras esto fue enviado a luchar contra las Provincias Unidas en Flandes, para intentar acabar con la rebelión, pero ni las miles de ejecuciones públicas ni más de cinco cruentas batallas consiguieron apartar a los rebeldes de su ‘fe ciega hacia el Protestantismo’. Cuando gobernaba Carlos I, rey políglota y de gentes que hablaba al pueblo en flamenco, parecían contentos, pero su hijo Felipe II nunca pudo dirigirse a sus súbditos en su idioma, cosa que repugnaron.
El caso es ¿por qué en España siempre se prefiere a héroes como Don Juan o El Cid, y se huye de fieles caballeros como éste? El Duque de Alba anteponía su compromiso hacia el rey al matrimonio y las labores familiares. Recibió el Toisón de Oro de manos del monarca tras haber sido enviado a prisión liberado para resolver una revolución en Portugal. Es sin duda un buen ejemplo de caballero español del siglo XVI.
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